Considerablemente más grande que Neabarond, el viejo continente estaba habitado por gran parte de los pueblos conocidos. Desde las heladas montañas del norte y las estepas de Krun, hasta la cálida costa de los Mares de la Plata, pasando por los bosques, ríos y ciudades que podían encontrarse entre ellas, solo los Montes Arsûn limitaban el mundo dominado de lo desconocido.
Durante los últimos siglos del Imperio Alisio, sin duda la etapa más brillante del continente, los pueblos se regían mediante modernos y complejos sistemas de gobierno, en los cuales había un papel importante para “La Novena Orden”; una asamblea de sabios e imparciales consejeros encargados de la perfecta relación entre los reinos. Sin embargo, con el paso del tiempo la Orden fue ganando peso en el sistema. Los consejeros comenzaron a abandonar su imparcialidad, hicieron amistades políticas y tomaron partido en numerosas decisiones. Esto generó diferencias de criterio entre los miembros, lo que unido al hecho de que muchos eran ya más importantes e influyentes que algunos reyes, acabó por redefinir la asamblea: la Novena Orden se convirtió en el verdadero órgano de gobierno del continente. Sin duda, esto no gustó a todos los reinos, y muchos no dudaron en levantarse en armas contra ellos.
Sin embargo, el poder y la ambición de la Orden seguían aumentando, y el nuevo régimen que estaban instaurando no flaqueó cuando llegó la hora de enfrentarse al pueblo. Sin el apoyo inicial de sus propias tropas, tuvieron que recurrir a espadas de alquiler de tierras lejanas; los Velahgring, guerreros orientales instruidos en el arte de la espada, la disciplina y la mente por igual, acabarían conformando el verdadero brazo militar de la Novena Orden. La mayoría de los rebeldes fueron sometidos y muchos marcharon hacia el este, pero la victoria produjo una fisura en la propia Orden; ya que mientras unos miembros apostaban por volver al reparto de poder con los reinos, otros sostenían que no habría nadie con mayor capacidad que ellos para gobernar.
Esta ruptura se convertiría en irreparable, y acabaría desencadenando la Guerra más larga, sangrienta y duradera que el mundo jamás había albergado. Cada facción encontraría sus aliados en diferentes reinos, pero solo el bando de los pueblos orientales, bajo el estandarte de la Calavera Negra de Ûnrûl, antiguo miembro de la Orden, defensor del nuevo régimen instaurado, y nuevo líder de los ejércitos del este, acabaría consiguiendo la victoria. Espoleados por un creciente fervor religioso hacia la deidad venida de tierras lejanas conocida como El Único, consiguieron arrasar gran parte del continente y someter a su voluntad a la mayoría de los habitantes. Todo aquél que no dobló la rodilla ante El Único fue declarado hereje y desterrado. Sin alternativa alguna, numerosos barcos partieron al sur hacia Tierra de Fuego, o se adentraron en los Mares de la Plata, en dirección a las Islas Dragón. Solo unos pocos tomaron rumbo este, haciendo caso a un puñado de leyendas y marineros borrachos que hablaban de una tierra más allá del mar…
Sin embargo, pese que en nombre de El Único la iglesia había perdonado la vida a todo aquél que aceptara vivir en el exilio, Ûnrûl no abandonó la idea de acabar con los expulsados, sobre todo cuando las noticias de un floreciente asentamiento en una tierra desconocida hasta ahora llegaban del otro lado del océano. Casi 15 años después del final de la guerra, el estandarte de la calavera negra encabezaba una enorme flota que surcaba el océano hacia el oeste...
Hace 12 horas
1 comentario:
Muy interesante blog. Me alegra ver que has decidido empezar con ello. Seguiré pendiente.
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