Después de un par de semanas en las
que diversos motivos (desde los estudios y el trabajo hasta la falta
de conexión a internet) nos han impedido jugar y actualizar,
volvemos mañana al tajo con una nueva partida en la Marca del Este.
Desde ahora, nuestra intención es la de jugar, y reseñar, al menos
una partida a la semana... Aunque sabemos que no siempre será
posible, y por tanto pedimos perdón a todo aquél que nos siga.
Así pues, retomamos la crónica de
nuestras aventuras con las dos últimas partidas que jugamos, las
cuales sirvieron además para terminar de presentar a todos los
personajes que van a formar parte de la campaña que ahora
comenzamos, y para asentar la base de la misma, que comenzará en
forma de modelo “sandbox” a partir de mañana, como contaremos
durante la próxima semana. Para enlazar con la futura trama
principal, los aventureros terminarán con “El Enclave”, primera
parte de la trilogía de “La Orden del Libro” publicada por
Holocubierta, así como con la vieja torre en ruinas visirtaní
descrita en el reglamento básico del juego. Por último, el camino
les llevará a una vieja fortaleza, mítica entre todos los
aficionados de las primeras ediciones de D&D, y que si todo
marcha según lo planeado les tendrá ocupados, como poco, hasta
final de año...
Acusados de herejes y conspiradores,
Agro y Egro se adentraron en el Gran Pantano en busca del monasterio
del que el malherido Rufus les había hablado. Según el viejo
bibliotecario, estaba habitado por una antigua hermandad de monjes
pacíficos aliada de la Orden, así que pusieron rumbo norte con la
esperanza de encontrar entre sus muros algo de ayuda y consejo. Pero
los clérigos de Velex seguían tras ellos, y no pasó mucho tiempo
antes de que se encontraran con los primeros hombres de Kletus. Por
fortuna, la gigantesca ciénaga hacía difícil seguir su rastro, así
que consiguieron evitarlos y llegar al monasterio sin el menor
sobresalto. Durante el trayecto, se toparon con un clérigo de
Valion, de nombre Milgram, que investigaba una serie de rumores que
hablaban de muertos vivientes y sectas adoradoras de Orcus en las
inmediaciones del pantano. Cansado y perdido, no dudo en unirse a
ellos con la esperanza de que le ayudasen en su cometido.
Aquella misma noche, mientras comían y descansaban en el más absoluto silencio, un terrorífico y repentino estallido terminó con la aparente paz que reinaba en el pantano. Era un sonido inquietante. Un retumbar que fue aumentando poco a poco en volumen e intensidad. Tambores. Tambores y cánticos tribales en una lengua que no habían escuchado nunca. En silencio, buscaron la fuente de aquél escándalo. Y así fue como encontraron el antiguo monasterio. Y a la tribu de Hombres-lagarto que ahora lo habitaban. De los monjes no había ni rastro. Allí no podía quedar nadie con vida... Estaban contemplando lo que parecía algún tipo de ritual de sacrificio. En el centro, sobre un altar cubierto de sangre, un hombre atado y desnudo, aparentemente inconsciente, centraba las miradas de todas aquellas criaturas. De entre ellas, surgió una figura ataviada de pieles y calaveras animales, que comenzó a dirigir el ritual mientras agitaba un cetro y bailaba como si estuviese en trance. De pronto, el silencio volvió. Y de la nada surgió una inmensa serpiente que comenzó a rodear al prisionero... Dispuesta a degustar la ofrenda que le brindaban. A partir de entonces, todo ocurrió muy deprisa. Una daga surcó el aire a toda velocidad, clavándose cerca de la cabeza de la serpiente, que emitió un sonido quejumbroso justo antes de abandonar el altar. El caos comenzó a reinar. Las criaturas corrían de un lado para otro, sin saber que hacer ni donde ir. Toda esta confusión se multiplicó cuando uno de ellos señaló a tres intrusos que se ocultaban tras la maleza. Y así comenzó la refriega. Por suerte, la mayoría trataron de refugiarse en las ruinas del monasterio cerrando las puertas tras de si... Por lo que los pocos que plantaron cara a los intrusos no tardaron en caer. De entre las sombras, apareció una mujer maldiciendo por la daga que acababa de perder. Respondía al nombre de Alexia, y no dijo nada sobre el motivo que la había llevado hasta el monasterio. Una vez liberado, el prisionero se dio a conocer como Várvol. No tenía ningún tipo de recuerdo sobre su pasado, tan solo los dos conjuros que parecían haberse grabado en su mente.
Durante el resto de la noche, el grupo se adentró en las ruinas del edificio, acabando con aquello que saliese a su paso. De todos, el peor parado fue Milgram, que perdió la mano en un combate con un gigantesco hombre-lagarto. Descubrieron que los monjes habían sido masacrados por un grupo de clérigos de Orcus que luego abandonaron la zona... Y que los reptiloides habían llegado a un lugar ya desierto y abandonado. Tras explorar las criptas, donde se toparon con una enorme gárgola, y descubrieron la tumba del fundador de la hermandad y de un antiguo caballero, Rufus decidió que aquél iba a ser el nuevo enclave de La Orden. Sin embargo, seguían necesitando ayuda, así que rogó al grupo que marcharan al norte, en busca de la fortaleza de Sir Roddrick, un antiguo y aliado caballero que podría ayudarles con dinero, armas, y hombres que defendieran el lugar. Los nuevos miembros del grupo, decidieron acompañarles, pues todos tenían razones, conocidas o no, para tomar el mismo camino...
Esa misma mañana pusieron rumbo norte, hacia la fortaleza. Casi en el linde de la enorme ciénaga, encontraron los restos de una antigua torre de vigilancia visirtaní. Alexia, que había pasado por el mismo lugar hace unos días, recordó haber visto un grupo de clérigos de Orcus entrando en la vieja torre. Así pues, encabezados por Milgram, se dispusieron a explorar las viejas ruinas. Tras acabar con un pequeño grupo de kobolds que custodiaban la entrada, el grupo descubrió en el piso inferior lo que parecía un laboratorio alquímico, en el que un grupo de clérigos hacían algún tipo de oscuros experimentos. Su lider, un clérigo visirtaní de nombre Kalamarûs, logró escapar en el último momento, maldiciendo a los aventureros y jurándoles que volverían a encontrarse...
Antes de salir de la torre, desde la cual ya se divisaba la fortaleza de Ser Roddrick, en lo más profundo del nivel encontraron una cripta que contenía la tumba de un antiguo guerrero... De entre todo lo que encontraron destacaba una magnífica espada que Agro no dudó en ajustarse a la cintura... A pesar de las siniestras voces que comenzaron a llenar su cabeza desde entonces...
En general, fueron dos partidas
rápidas, sencillas y lineales, con el principal objetivo de
presentar e introducir a los tres personajes principales que faltaban
(Milgram, Alexia y Várvol), en las que no hubo demasiados giros ni
sobresaltos. El sistema ha resultado perfecto para el grupo. Todos
los jugadores, incluso aquellos que nunca se habían sentado a una
mesa de juego, se han adaptado rápido y sin problemas. Y el espíritu
libre, intuitivo y “old school” de la Marca ha calado rápidamente
entre ellos. Como mucho, resaltar un par de momentos en los que les
permití gastar algún que otro punto de héroe para salvar la vida y
seguir adelante... Pero creí conveniente darles un par de partidas
tranquilas para empezar. Ya habrá tiempo para los nervios y el miedo
a la muerte cuando comiencen a adentrarse en las Minas del Caos...
PD: Prometo que a partir de ahora las entradas serán más cortas y más llenas de fotos y dibujos... Pero necesitaba reunir todo lo jugado hasta ahora en una sola entrada para que no siguiera acumulándose el trabajo... xD